Borg Warner (FOTO: Chris Jones/INDYCAR)

La historia no deja de escribirse en Indy 500

Que la figura del Trofeo Borg-Warner tenga una mascarilla puesta en su rostro no hace más que reflejar el signo de los tiempos.

Las «500 Millas de Indianápolis» siempre se han caracterizado por escribir historia en el automovilismo internacional. Hoy, lo vuelve a hacer, pero en un plano más trascendente.

Por 111 años, el autódromo ubicado en Speedway, Indiana, ha sido testigo de muchos de los avances en el deporte que se han trasladado a la industria automotriz, tanto en tecnología como en seguridad. Además, las tradiciones y actividades alrededor del evento lo han vuelto una parte fundamental en la economía y la parte social de la ciudad.

Este domingo, la historia se vuelve a escribir, pero por motivos distintos. Nunca, en 103 ediciones, la Indy 500 se había realizado fuera de mayo. Nunca, se había disputado a puerta cerrada, sin el color, la parafernalia tradicional o la magia de la gente que ha hecho a la carrera única y especial.

Este suceso duele más, porque es el primer año que se realiza bajo la propiedad de Roger Penske, quien hizo todo lo que tuvo en sus manos para permitir acceso a la gente.

¿Para la infamia? Sí, pero no por culpa de la categoría. Se defenderán con el argumento sin sentido de los derechos individuales, pero el que muchas personas no respeten las medidas de sanidad en todo el mundo (en este caso, en Indy) tuvo influencia en la decisión.

¿La medida correcta? Sin duda. Lo último que necesitan las ciudades es el colapso de los sistemas de salud, y para la categoría, que de por sí ha tratado de llevar la situación como ha podido y con perfil bajo, no le hubiera hecho buena publicidad correr el riesgo de reunir a 90, 145 o 230 mil personas.

¿Para el anecdotario? Por supuesto. Ha sido extraño ver cómo los pilotos, familiares (bajo todas las medidas, suponemos), mecánicos y directivos convertir el evento en uno muy exclusivo, pero siempre pensando en los aficionados.

Pero este romanticismo se borrará cuando los motores se enciendan y, como desde la primera edición en 1909, la emoción y el drama deportivo aparezcan, mientras 33 pilotos (un mexicano y dos brasileños entre ellos) buscan la anhelada inmortalidad y el prestigio en el automovilismo mundial.

Para nosotros, aunque es la primera vez desde 2015 en que no asistimos, no ha sido una dificultad. IndyCar e IMS han proporcionado todas las herramientas disponibles y externamos nuestro agradecimiento; aún estando allá, Zoom es más conveniente en ciertos casos, además de que el contacto de prensa escrita ha sido mínimo.

No queda más que disfrutar esta Indy 500 que, como siempre, pasará a la historia, en un método poco convencional.

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